Cabaret música con ventana que se abre a París de noche. Loco Mundo Arte y Bohemia

LA EDAD DORADA DEL CABARET

La Belle Époque fue la edad dorada del cabaret. Noche tras noche, tabernas, cafés-concierto, salas de baile, espectáculos al aire libre y cabarets, se llenaban de un público variopinto dispuesto a zambullirse en un mundo de locura, frivolidad y trasgresión, donde la música y el baile eran su principal espectáculo. Se bailaba de todo: el vals, el galop, el cotillón, la contradanza, los lanceros, la polca, la mazurca, la frisca, el tango y el famoso Cancán.

París rezumaba diversión y creatividad, y la chanson fue la banda sonora de ese mundo pintoresco y exótico, donde las canciones se alternaban con representaciones de artes diversas mezcladas con números circenses.

NACE EL CABARET

El origen del café parisino como espacio público para el consumo de bebidas se remonta a principios del siglo XVII. Pero fue en el primer cuarto del siglo XIX cuando los cafés se convirtieron, además, en un punto de encuentro para reducidos grupos de poetas y artistas, en especial en el Barrio Latino. En los sótanos de algunos de esos locales se permitían incluso actuaciones de aficionados.

Sin embargo, fue con la transformación urbanística de París, de la mano del barón Haussmann en la época de Napoleón III (hacia 1850-1860), cuando surgió un nuevo tipo de café que incluía un pequeño escenario y una sala (o jardín en verano) para un público más numeroso: eran los populares café-concierto. Los primeros se situaron al aire libre en los jardines de los Campos Elíseos, pero después se situaron en locales cerrados por todo París, y especialmente en Montmartre.

Los antiguos café-concierto dieron paso a los nuevos cabarets, lugares que combinaban diversión y ácida crítica a la moral y costumbres de la época. Eran locales de todo tipo en los que se podía desde bailar un desenfrenado cancán a escuchar las canciones mordaces y anarquizantes de los chansonniers. Allí se reunía la bohemia de París: pintores, poetas, modelos, músicos, mujeres de moral distraída, que atraían y divertían a una clientela respetable y burguesa.

Sabías que... Las salas se multiplican

Entre 1850 y 1890, 396 salas y 600 fondos de comercio se habrían utilizado como locales de espectáculo en París.

(Piero Pacini, Moulin Rouge & caf’canc, Florencia, Cantini, 1989. P.60)

LOS NUEVOS CABARETS

Los cabarets empezaron a proliferar por todo París, pero sobre todo en Montmartre. Junto a algunos viejos café-concierto como el Lapin Agile ─uno de los más antiguos de París ─ o salas de baile como el Moulin de la Galette, abrieron sus puertas muchos más, como Le Chat Noir –que pasa por ser el primero de estas características–, el Mirliton, el Divan Japonais ─con exótica decoración oriental─, el Bataclan, La Cigale o Eldorado –de gran lujo–,  y muchos otros «inclasificables» donde la violencia y la prostitución eran su espectáculo.

Estos nuevos cabarets atendían a una clientela muy diversa: el Bal Bullier, atraía a los estudiantes; el Élysée Montmartre (uno de los cafés-concierto más antiguos) tenía como principales clientes a artistas, modelos, escritores y periodistas; el Moulin de la Galette, situado en lo alto de la colina de Montmartre con sus dos molinos flanqueándolo, era el lugar de encuentro para la clase trabajadora; mientras que el Moulin Rouge recibía a una clientela más exclusiva y promovía un cierto grado de desinhibición sexual.

Jane Avril en el Cabaret Jardín de París. Toulouse Lautrec. 1893
Jane Avril en el Jadín de París (1893), litografía.
Sabías que... nacen las estrellas del Cabaret

Las calles de París pronto se llenaron de anuncios protagonizados por las estrellas del cabaret. Detrás de ellos se hallaba uno de los más grandes pintores de la época: Henri Toulouse Lautrec. Su pincel convirtió a las mujeres del cabaret en iconos de moda y belleza.

EL PÍCARO CANCÁN

Cabaret Moulin Rouge con La Goulue y otras bailarinas
La Goulue rodeada de bailarinas en el Moulin Rouge

Este baile de ritmo frenético, atrevido y retador, hizo perder la cabeza a más de uno. Se cuenta que nació en los locales de baile que frecuentaba la clase trabajadora allá por la década de 1830. Aunque tal vez su origen se sitúe en el universo de las lavanderas, que tenían la costumbre de exhibir con orgullo y mucha picardía sus limpias enaguas.

Menospreciado al principio por la burguesía, fue ganando adeptos entre sus filas, hipnotizados por el colorido de unas faldas que se levantaban con los movimientos acrobáticos de las bailarinas, que al elevar una de sus piernas mostraban su ropa interior (y a veces algo más), acompañados, además, por los gritos característicos que emitían las bailarinas para acentuarlos y añadir más diversión. 

Todo París cayó rendido a los hechizos de una danza que se volvió más provocativa y desenfrenada. A ello contribuyó Jacques Offenbach y su célebre opereta Orfeo en los Infiernos (1858), en cuyo Galop Infernal se sitúa la escena en la que los dioses del Olimpo se entregan a los excesos en una gran bacanal.

El Cancán comenzó a ser uno de los números de mayor éxito en los cabarets. Y sus bailarinas pasaron a ser las estrellas del momento, como fue el caso de La Goulue o Jane Avril (verProstitutas, Bailarinas y Cantantes: las musas de Montmartre”), convertidas, noche tras noche, en las reinas de Montmartre.

Le French Can-Can J.G. Domergue-1889
"Le French Can-Can" Jean Gabriel Domergue (1889-1962)
Sabías que... Elasticidad y flexibilidad moral

En la Guide des plaisirs de París, publicada a finales del siglo XIX, las bailarinas de cancán se presentaban como «un ejército de chicas jóvenes que bailan este divino baile parisino, como su reputación lo exige […] con una elasticidad cuando lanzan la pierna al aire que nos permite presagiar una flexibilidad moral al menos pareja…».

Pero el cancán no solo triunfó en los cabarets. También el teatro musical incorporó números de cancán en sus obras. En Viena, en 1905, Franz Lehár estrenó una de las operetas más famosas de la historia: La viuda alegre, en la que el cancán –junto con el vals– era parte importante de su música.

Estados Unidos también se sumó al ritmo frenético del cancán, que triunfó en tabernas, en los espectáculos de vodevil y music-hall y en las revistas musicales. Pronto pasó a los musicales de Broadway, donde Cole Porter estrenó, en 1953, el titulado Can-Can.

El cine también ha querido sumarse a la recreación de aquel París de finales del siglo XIX, donde diversión, frenesí y desenfreno van de la mano de un mundo bohemio “inmoral” y muy creativo. Destacan películas como la de John Huston: Moulin Rogue, de 1952, magníficamente ambientada, y de la que podemos ver este pequeño fragmento: 

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También la película French Cancan, de 1955, dirigida por el maestro Jean Renoir, protagonizada por María Félix y Jean Gabin, y en la que aparecen, además, algunas estrellas de la canción francesa como Édith Piaf y Patachou. Solo podemos ver el cartel de la película:

Y la dirigida por Walter Lang, bansada en el musical de Porter, también titulada Can-Can con Shirley MacLaine, Frank Sinatra y Maurice Chevalier como protragonistas:

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La Belle Époque, un tiempo lleno de optimismo, fue el marco que sirvió de soporte a su baile más famoso: el Cancán, que enloqueció a todo París y que todavía hoy nos contagia esa «alegría de vivir» que desprende su frenético ritmo.

Y al igual que las bailarinas retaban al público con sus fantásticas acrobacias, los cabarets competían entre ellos tanto en sus espectáculos como en la originalidad de sus locales. Pero eso lo veremos muy pronto en otro post dedicado a los cabarets más populares de Montmartre. 

Fuentes:

Catálogo de la exposición: Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre. Obra social «la Caixa»

Maxim Huerta y María Herreros. París será toujours París

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